Nací en León, aunque mi familia paterna es de una aldea gallega y mi madre emergió de un pequeño pueblo del Bierzo. Pasé mucho tiempo de mi infancia recorriendo senderos entre robles y castaños, robando ciruelas del árbol de mi vecina y escuchando historias terriblemente hermosas de mis abuelas.
Por eso, lo único que he tenido claro en mi vida es que quiero vivir en un pueblo. Porque no puedo imaginar mi existencia sin respirar aire nuevo cada mañana. Sin sentir el paso del tiempo con la coherencia que otorga estar cerca de la tierra y de sus frutos.
Estudié periodismo e integración social. Colaboro con teles y periódicos de pueblo, contando lo cotidiano de la vida. También me implico en la gestión cultural, la participación vecinal y la puesta en valor de un patrimonio que sale a las calles para compartir, disfrutar, saborear y sentir lo común.
Y así, he tenido la suerte de habitar desde bien jovencito, lugares bellos, por sus paisajes y por los saberes de las personas que los han trabajado.
Ahora que soy padre de dos seres pequeños por fuera e inmensos por dentro, recuerdo lo que decía el poeta austriaco Rainer María Rike: la única patria posible es la niñez. Reivindico lo que sentí y aprendí de pequeño en el medio rural que, más que un espacio, es una forma de vivir. Y el objetivo final de todos los proyectos que emprendo: ser, en la medida de lo posible, feliz.